jueves, 30 de diciembre de 2021

Punto y aparte

De vez en cuando Koloméitsev hablaba de literatura... Le gustaba en especial un escritor inglés o americano... Aunque... había olvidado su apellido. [...]

- Lo que me gusta de él -decía- es que no me alecciona. Un hombre se abalanza sobre una mujer, punto y aparte; un soldado se emborracha, punto y aparte; a un viejecito se le muere su viejecita, punto y aparte: es pura descripción. Es excitante, ríes, lloras, pero sigues sin saber por qué la gente vive.

Vasili Grossman, Vida y destino.

lunes, 13 de mayo de 2013

Nada. He existido

Esta noche estoy muy a mis anchas, burguesamente, en el mundo.

Estoy solo en medio de estas voces alegres y razonables. Todos esos tipos se pasan el tiempo explicándose, reconociendo con felicidad que comparten las mismas opiniones. Qué importancia conceden, Dios mío, al hecho de pensar todos juntos las mismas cosas.

Lentos, perezosos, fastidiados, los hechos se acomodan en rigor al orden que yo quiero darles; pero éste sigue siendo exterior a ellos. Tengo la impresión de hacer un trabajo puramente imaginativo. Además estoy seguro de que los personajes de una novela parecerían más verdaderos; en todo caso, serían más agradables.

Tal vez sea imposible comprender el propio rostro. ¿O acaso es porque soy un hombre solo? Los que viven en sociedad han aprendido a mirarse en los espejos, tal como los ven sus amigos. Yo no tengo amigos; ¿por eso es mi carne tan desnuda? Sí, es como la naturaleza sin los hombres.

Al vaciar en bronce a ese universitario, lo han convertido en un brujo.

Construyo mis recuerdos con el presente. Estoy desechado, abandonado en el presente. En vano trato de alcanzar el pasado; no puedo escaparme.

Señor, creo que la aventura puede definirse así: un acontecimiento que sale de lo ordinario sin ser forzosamente extraordinario.

No he tenido aventuras. Me sucedieron historias, acontecimientos, incidentes, todo lo que se quiera. Pero no aventuras. No es cuestión de palabras; comienzo a comprender. Hay algo que, sin darme cuenta, me interesaba más que nada. No era el amor, Dios mío, no, ni la gloria, ni la riqueza… Era… En fin, me imaginé que en ciertos momentos mi vida podía adquirir una cualidad rara y preciosa. No se necesitaban circunstancias extraordinarias; yo pedía exactamente un poco de rigor. Mi vida actual nada tiene de muy brillante; pero de vez en cuando, por ejemplo al escuchar música en los cafés, yo miraba hacia atrás y me decía; en otros tiempos, en Londres, en Meknes, en Tokio conocí momentos admirables, tuve aventuras. Esto es lo que me quitan. Acabo de saber de pronto, sin razón aparente, que me he mentido durante diez años. Las aventuras están en los libros. Y naturalmente, todo lo que se cuenta en los libros puede suceder de veras, pero no de la misma manera. Era esa manera de suceder lo que me interesaba tanto.

He querido que los momentos de mi vida se sucedieran y ordenaran como los de una vida recordada. Tanto valdría querer agarrar al tiempo por la cola.

Quizá no haya nada en el mundo que me interese tanto como este sentimiento de aventura. Pero viene cuando quiere; y se va tan rápido, me deja tan agotado. ¿Me hará estas breves visitas irónicas para demostrarme que he frustrado mi vida?

El pasado es un lujo de propietario.
¿Dónde había de conservar yo el mío? Nadie se mete el pasado en el bolsillo; hay que tener una casa para acomodarlo. Mi cuerpo es lo único que poseo; un hombre solo, con su cuerpo, no puede detener los recuerdos; le pasan a través. No debería quejarme: sólo quise ser libre

Explican lo nuevo por lo viejo, y lo viejo lo han explicado por acontecimientos más viejos todavía, como esos historiadores que hacen de Lenin un Robespierre ruso, y de Robespierre un Cromwell francés; al fin de cuentas nunca han comprendido absolutamente nada… Detrás de sus aires de importancia se adivina una pereza tristona; ven desfilar apariencias, bostezan, piensan que no hay nada nuevo bajo el sol.

No reflexionar demasiado en el valor de la Historia. Uno corre el riesgo de hastiarse de ella

La Experiencia es mucho más que una defensa contra la muerte; es un derecho: el derecho de los ancianos.

Para mí el pasado sólo era un retiro, otra manera de existir, un estado de vacaciones y de inactividad; al terminar su papel, cada acontecimiento se acomodaba juiciosamente en una caja y se convertía en acontecimiento honorario; tanto cuesta imaginar la nada. Ahora sabía: las cosas son en su totalidad lo que parecen, y detrás de ellas… no hay nada

Nada. He existido.

Después de todo, hay que matar el tiempo. Son jóvenes y robustos, todavía tienen para unos treinta años. Entonces no se dan prisa, se demoran y no están equivocados. Cuando se hayan acostado juntos, habrá que buscar otra cosa para ocultar el enorme absurdo de la existencia. Con todo…, ¿es absolutamente necesario engañarse?

El verdadero mar es frío y negro, lleno de animales; se arrastra bajo esta delgada película verde hecha para engañar a las gentes. Los majaderos que me rodean cayeron en el lazo; sólo ven la delgada película; ella prueba la existencia de Dios. ¡Yo veo lo que está debajo!

Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera… Hasta hay un momento, al principio mismo; en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré

Dios mío! ¿Yo voy a llevar esta vida de hongo? ¿Qué haré de mis días? Pasearé. Iré a las Tullerías a sentarme en una silla de hierro, o más bien en un banco, por economía. Iré a leer a las bibliotecas. ¿Y después? Una vez por semana, cine. ¿Y después? ¿Un Voltigeur, los domingos? ¿Iré a jugar al croquet con los jubilados del Luxemburgo? ¡A los treinta años! Me doy lástima. Hay momentos en que me pregunto si no me valdría más gastar en un año los trescientos mil francos que me quedan, y después… ¿Pero qué conseguiría con eso? ¿Trajes nuevos? ¿Mujeres? ¿Viajes? Lo he tenido todo y ahora se acabó, ya no me tienta; ¡para lo que queda! Dentro de un año me encontraría tan vacío como hoy, sin un recuerdo siquiera y cobarde frente a la muerte.

¡Treinta años! Y 14.400 francos de renta. Cupones a cobrar todos los meses. ¡Sin embargo no soy un anciano! ¡Que me den algo a hacer, lo que sea! Sería preferible que pensara en otra cosa, porque en este momento estoy por representarme la comedia. Sé muy bien que no quiero hacer nada; hacer algo es crear existencia, y ya hay bastante existencia

Decir que hay imbéciles que obtienen consuelo con las bellas artes. Como mi tía Bigeois: “Los Preludios de Chopin me ayudaron tanto a la muerte de tu pobre tío”. Y las salas de concierto rebosan de humillados, de ofendidos que, con los ojos, cerrados, tratan de transformar sus rostros pálidos en antenas receptoras. Se figuran que los sonidos captados corren en ellos, dulces y nutritivos, y que sus padecimientos se convierten en música, como los del joven Werther; creen que la belleza se compadece de ellos. Basuras.

¿No podría yo intentar…? Naturalmente, no se trataría de una música… ¿pero no podría, en otro orden?… Tendría que ser un libro; no sé hacer otra cosa. Pero no un libro de historia; la historia habla de lo que ha existido, un existente jamás puede justificar la existencia de otro existente. Mi error era querer resucitar a M. de Rollebon. Otra clase de libro. No sé muy bien cuál, pero habría que adivinar, detrás de las palabras impresas, detrás de las páginas, algo que no existiera, que estuviera por encima de la existencia. Por ejemplo, una historia que no pueda suceder, una aventura. Tendría que ser bella y dura como el acero, y que avergonzara a la gente de su existencia.

Me voy, me siento vago. No me atrevo a tomar una decisión Si estuviera seguro de tener talento… Pero nunca, nunca he escrito nada de este tipo; artículos históricos, sí. Un libro. Una novela. Y la gente leería esa novela y diría: la escribió Antoine Roquentin, era un individuo pelirrojo que se arrastraba por los cafés; y pensarían en mi vida como yo pienso en la de esa negra: como en algo precioso y semilegendario. Un libro. Naturalmente, al principio sólo sería un trabajo aburrido y fatigoso; no me impediría existir ni sentir que existo. Pero llegaría un momento en que el libro estaría escrito, estaría detrás de mí y pienso que un poco de su claridad caería sobre mi pasado. Entonces quizá pudiera, a través de él, recordar mi vida sin repugnancia. Quizá un día, pensando precisamente en esta hora, en esta hora lúgubre en que espero, con la espalda agobiada, que llegue el momento de subir al tren, quizá sienta que el corazón me late más rápidamente, y me diga: fue aquel día, aquella hora cuando comenzó todo. Y llegaré —en el pasado, sólo en el pasado— a aceptarme

miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Qué es el amor?

¿Qué es el amor? yo no sé muy bien qué es el amor. Le puedo hablar del esfuerzo, del trabajo
Para mí, el trabajo es lo más feliz de la vida, lo demás no son mas que mariposas y euforias pasajeras.
Todo lo que no es trabajo es como arreglarse mucho para una fiesta para estar de nuevo fea al día siguiente.

Violeta Parra.

martes, 2 de octubre de 2012

Televisión

"Ya no veo televisión, por cierto." Fátima llevaría ya cerca de dos años alejada de telediarios, concursos y spots. "¿Cómo es posible -se preguntaba en el mismo mail- que sin embargo me siga enterando de todo lo que quieren que me entere?" Respuesta de Daniel: "Fati, la gente es también una televisión".

Alberto Olmos, Ejército enemigo, p. 67.

Protestas

¿Quién se toma en serio una protesta que se hace el domingo por la tarde? ¿Quién hace algo en serio los domingos por la tarde? Dime dónde estás los lunes y te diré por qué el sistema funciona.

Alberto Olmos, Ejército enemigo, p. 63.

martes, 18 de septiembre de 2012

El estilo

¿Que cómo ha de ser el estilo? Pues el estilo... mirad la blancura de esa nieve de las montañas, tan suave, tan nítida; mirad la transparencia del agua de este regato de la montaña, tan límpida, tan diáfana. El estilo es eso; el estilo no es nada. El estilo es escribir de tal modo que quien lea piense: Esto no es nada. Que piense: Esto lo hago yo. Y que sin embargo no pueda hacer eso tan sencillo -quien así lo crea-; y que eso que no es nada, sea lo más difícil, lo más trabajoso, lo más complicado.

Azorín, Un pueblecito, 1916.

Feria de libros de Madrid

La feria de los libros la componen quince o veinte barracones de madera. Toda la anodinidad, toda la grisura, toda la vulgaridad de los libros inútiles está aquí. Es enorme la cantidad de libros absurdos que han sido publicados.

Azorín, Un pueblecito, 1916.